Friday 3 October 2008

XXVII DOMINGO DEL T. ORDINARIO


La parábola de los viñadores asesinos

Mt 21,33-43

La parábola de los viñadores es una invitación a la conversión del corazón, no interesa que no estemos en el tiempo de cuaresma. Cada instante de nuestra vida es una oportunidad para acoger el amor de Dios, que siempre nos busca, respeta y espera que volvamos a El; es decir, que aprendamos a ser felices, pues sólo en El lo seremos plenamente!


De qué debemos convertirnos? Podemos pensar. Justamente de no dar los frutos esperados.
Si miramos la vida común y corriente de la gente, en nuestra ciudad de Bruselas; son muchos los que dedican la mayor parte del tiempo libre a realizar postgrados, maestrías, doctorados, etc. Para cada día dar mejores resultados en la empresa o simplemente para tener otra visión del mundo.


Todo esto sucede en el plano profesional y eso es muy importante!
De qué debemos convertirnos? Decíamos hace un momento, pues bien. Hemos pensado si estamos dando los frutos que Dios espera de nosotros en la vida personal y comunitaria? No debemos olvidar que nuestra fe siendo una respuesta personal al llamado de Dios, se vive dentro de una comunidad concreta; que necesita de nosotros y que a su vez nos enriquece, en donde expresamos nuestra fe.


Como en el canto a la viña, de la primera lectura de Isaías, El Señor espera que nuestros frutos sean: Derecho y justicia. ¿Cuál es mi aporte al mundo con respecto a este binomio?

¿Y la crisis económica a quien afecta más?


Dejemos que la Santa nos hable:


“Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden; no aman sino verdades y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que es posible que quien muy de veras ama a Dios pueda amar vanidades?” Santa Teresa de Jesús en su libro “Camino de Perfección” (Camino de Perfección 40,3).

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